Vecinos y ecologistas denuncian que la explotación del
yacimiento por parte de la multinacional Edgewater podría contaminar un
paraje gallego con arsénico y cianuro
HENRIQUE MARIÑO
Corcoesto (Cabana de Bergantiños)
15/02/2013 07:00
Actualizado: 18/02/2013 13:22
La parroquia de Corcoesto, en el ayuntamiento coruñés de Cabana de Bergantiños. FOTOS: SALVEMOS CABANA
Arrecia la lluvia en
Corcoesto
y las botas de Moncho Varela son engullidas por el agua estancada
frente a la boca de un pozo que los ingleses abandonaron en 1910,
después de llevarse el oro que habían dejado siglos atrás los romanos.
Desde entonces, esta parroquia del municipio coruñés de
Cabana de Bergantiños
ignoró aquel tesoro prácticamente expoliado y se dedicó a las labores
del campo. Hasta que llegó la crisis y los especuladores financieros se
acordaron del preciado metal, convertido ya en un valor refugio, como
indica el incremento del precio de la onza en la Bolsa de Nueva York: en
2003 era de 322 dólares, ocho años después se había multiplicado por
seis y hoy ronda los 1.640 dólares, unos 1.200 euros.
La fragmentación de la piedra libera arsénico y para separar el oro de la roca usan cianuro de sodio, según los ecologistas
Lo
que se esconde en tierras como las de Corcoesto volvió a ser codiciado
por las multinacionales de la minería, respaldadas por los fondos de
inversión, ávidos de suculentos dividendos a corto plazo. Sin embargo,
el oro ya no luce como antaño y, para extraerlo del corazón de la roca,
ahora es necesario reventar el suelo con
megadetonaciones, machacar toneladas de piedra y someterlas a un proceso químico con productos altamente contaminantes, como el
cianuro de sodio.
El
sistema alternativo, la excavación de galerías subterráneas, sería
menos lesivo pero también más costoso, explica Varela mientras
fotografía las rejas de la vieja bocamina, que un siglo después guardan
otro secreto. "La fragmentación libera una cantidad de arsénico brutal",
asegura este periodista ambiental metido a activista.
El filón no sólo aloja oro sino también arsenopirita, un mineral que
contiene el citado elemento tóxico. Los efectos de la explotación de la
vieja mina llegan hasta nuestros días, según la Sociedade Galega de
Historia Natural (SGHN), que difundió un informe científico elaborado
por miembros del Instituto de Investigacións Mariñas del CSIC y de la
Universidade de Vigo. El estudio revela una alta concentración de
arsénico
en el río Anllóns, que baña la comarca, así como en el estuario que
forma, kilómetros abajo, en su encuentro con el Atlántico. "Es el
drenaje ácido, un problema asociado a la minería", continúa Varela, al frente de la plataforma
Salvemos Cabana.
"Si esto ha ocurrido con una pequeña mina de galerías, imagínate qué
pasará con una explotación a cielo abierto que supera las 700
hectáreas", se pregunta, calado hasta los huesos.
La empresa que
pretende extraer el oro lo niega, atribuyendo la presencia de arsénico
en las aguas a un fenómeno natural motivado por la erosión. "Está en el
terreno, no es aportado por la operación", explica
Mineira de Corcoesto,
una filial del gigante canadiense Edgewater Exploration, a través de un
cuestionario. No es el único yacimiento adormilado que puede volver a
la actividad en Galicia, pero se ha convertido en un símbolo, hasta el
punto de que varias organizaciones ecologistas han concentrado sus
esfuerzos en denunciar los peligros que se ciernen sobre un paraje
incluido en la Rede Natura.
El Partido Popular, a
favor de la mina, gobierna los tres ayuntamientos afectados, la
Diputación de A Coruña, la Xunta y el Gobierno central
"La
minería contaminante puede ser una de las mayores agresiones a nuestro
territorio", advierte Fins Eirexas, secretario ejecutivo de la
Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (Adega). "Si reventase una
de las balsas de Corcoesto, se produciría una
catástrofe ecológica tremenda". Y cita el caso de
Aznalcóllar,
aunque no hace falta ir tan lejos, pues a los gallegos les ha sacudido
la memoria el juicio que se está celebrando por el hundimiento del
Prestige, una década después de la marea negra. "Queremos que la gente
se conciencie de que es peligroso para el ambiente, preocupante para la
salud y, una vez que pase la
fiebre del oro, lo que va a quedar es mucho menos de lo que tenemos ahora".
Eirexas
es consciente del efecto que supone la posibilidad de conseguir un
puesto de trabajo en una tierra forzada a la emigración que viene
sufriendo, en los últimos años, el desmoronamiento de las explotaciones
ganaderas. La puntilla de la crisis ha hecho el resto, pues el pinchazo
de la burbuja inmobiliaria también ha
desinflado
a los obreros de la construcción, que saturan las oficinas del paro.
Así, algunos ven la mina como una alternativa laboral aquí y ahora, sin
plantearse los perjuicios que puede acarrear a largo plazo. "Esa apuesta
puede significar que después no haya ni para vivir de la tierra", zanja
el responsable de Adega.
Mineira
de Corcoesto afirma que creará 271 puestos de trabajo y el presidente
de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se aventuró en su día a prometer
1.400 jornales, contando los empleos indirectos, una estimación que a
juicio de Marcelino Souto carece de fundamento. Este vecino de la
parroquia, portavoz de la
Plataforma pola Defensa de Corcoesto,
denuncia que el alcalde de Cabana, José Muíño, haya organizado desde el
ayuntamiento la recogida de currículos de aspirantes a engrosar la
nómina de la mina. "Cualquier político que tenga en su mano una cartera
de trabajadores para colocar a dedo muestra su involucración en el
proyecto", afirma Souto. Este diario contactó varias veces con el
Ayuntamiento, pero el alcalde, del Partido Popular, declinó realizar una
entrevista sobre su relación con la empresa.
Muíño, por ejemplo,
permitió que la minera llevase a cabo trabajos de investigación en una
antigua nave agrícola que no contaba con licencia para tal actividad
hasta que una denuncia vecinal le forzó a ordenar el cierre del
laboratorio el pasado diciembre.
Edgewater,
para entonces, ya conocía la cantidad de oro estimada que podía extraer
durante los ocho o nueve años de explotación (1.100.000 onzas, unas 30
toneladas) y también contaba con la aprobación de la Declaración de
Impacto Ambiental por parte de la Xunta de Galicia, que también ha
admitido a trámite la solicitud para que sea considerado un proyecto
industrial estratégico, lo que permitiría a la empresa "saltarse
normativas urbanísticas y ambientales", según la Plataforma.
Los
vecinos han recurrido la Declaración de Impacto Ambiental porque
"falsea u oculta datos" y se manifestarán este domingo contra la
explotación del yacimiento de oro
Souto tampoco está de
acuerdo con las estimaciones sobre la cantidad de oro bajo tierra.
"Dicen que hay un millón de onzas, pero es una suposición, porque sólo
tienen constancia del 20% de esa cifra", asegura el portavoz de la
Plataforma, lo que le lleva a preguntarse qué pasaría si la empresa
decidiera dejar de explotar la mina antes del plazo establecido y no
cumpliese con el plan de regeneración cuando termine el proyecto. En
principio, está prevista una primera fase, en la que se preparará el
terreno durante 18 meses hasta que esté listo para la extracción, que
duraría menos de una década. Luego, la filial de Edgewater se ha
comprometido a acondicionar durante dos años la zona con bosques,
prados, una plantación de árboles frutales y un lago artificial.
Pero, para obtener 30 toneladas de oro, también dejarán 89 millones de metros cúbicos de estériles de mina, dos balsas con
11 millones de metros cúbicos de lodos contaminados
(una, con residuos de flotación, que incluye la arsenopirita; otro, con
residuos de lixiviación, que contiene restos de cianuro de sodio) y una
escombrera, que estará situada en una parroquia del limítrofe
ayuntamiento de Coristanco, cuyos vecinos están en pie de guerra por el
temor a quedarse sin las fuentes y manantiales que les proporcionan agua
pura a diario.
¿Cuáles
son las garantías que ofrece la empresa y las exigencias de la Xunta?
Mineira de Corcoesto, en sus respuestas por escrito, asegura que cuando
comiencen los trabajos de construcción y operación contarán con un
seguro de responsabilidad civil "apropiado al trabajo a realizar", así
como con un plan de emergencia. La Consellería de Industria, por su
parte, ha evitado contestar de palabra a este diario, solicitando el
envío de un cuestionario, a lo que
Público
se ha negado por entender que se trata de un órgano público. Sí lo ha
aceptado, para cotejar los datos, en el caso de la empresa privada que
explotará el yacimiento.
Salvemos Cabana cree
que la rotura de las balsas tendría unos efectos "más graves" que los de
Aznalcóllar: "La zona quedaría muerta"
"En un país normal, el
personal técnico de la Xunta verificaría que las actividades
industriales cumplen las leyes y no contaminan. En la práctica, no es
así", apunta Eirexas. "Es la sociedad civil –las asociaciones
ecologistas– quien ejerce de policía verde, levantándole las faldas a
Ence, Endesa, Gas Natural Fenosa o Edgewater, para mostrar sus
vergüenzas y los puntos débiles de sus proyectos, así como para estar
atentos a posibles vertidos y daños al ambiente que las empresas
pretenden escamotear mientras las administraciones miran para otro
lado". Según el responsable de Adega, el
plan de emergencia exterior "sólo es obligatorio si las instalaciones son consideradas de tipo A, las más peligrosas, algo que no ha ocurrido".
La
empresa, por su parte, no ha aclarado si los residuos son peligrosos,
pues entiende que "debe ser determinado por ensayos específicos".
Salvemos Cabana, sin embargo, cree que la mina es una "bomba de
relojería ambiental" y que la rotura de las balsas tendría unos efectos
"muchísimo más graves" que los de Aznalcóllar. "La zona quedaría muerta
para siempre", añade Varela. "Ellos se llevan las reservas de oro y las
toneladas de residuos tóxicos cianurados te las quedas tú. Es el regalo que nos dejan".
La reacción de la ciudadanía ha tomado forma de plataformas,
campañas de firmas
o protestas (los vecinos volverán a manifestarse este domingo en
Coristanco) y también se ha colado en el Parlamento regional a través de
las denuncias de la Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) y del Bloque
Nacionalista Galego (BNG). Mientras el partido de Xosé Manuel Beiras ha
acusado a la Xunta de "cómplice pasivo" y tachado el proyecto de
"colonialista" y "propio del tercer mundo", el nacionalista Carlos
Aymerich ha criticado la "expoliación de los recursos" y la tramitación
como proyecto industrial estratégico, "coincidiendo casualmente con la
promulgación de una nueva ley de Industria que abrevia la tramitación en
detrimento de la transparencia".
La
estrategia de la empresa, según la Plataforma pola Defensa de
Corcoesto, ha consistido en "manipular" a los vecinos para provocar su
división mediante "ofertas de trabajo, patrocinios a equipos de fútbol,
colaboración con la comisión de fiestas, etcétera". También han recibido
una circular de la empresa (
jpg) en la que les emplaza a vender sus fincas por "más del doble del valor en el mercado". En caso de
expropiación forzosa,
advierten de que pagarán menos de la mitad, unos 300 euros por ferrado
(0,569 euros por metro cuadrado). Mineira de Corcoesto ha matizado que,
hasta el momento, sólo se ha realizado una opción de compra que no
alcanza el 50% de los terrenos que abarca el proyecto.
Muchos no
se han dejado llevar por los cantos de sirena y, para mostrar su
rechazo, presentaron un recurso de reposición contra la Declaración de
Impacto Ambiental. Lo suscriben 2.000 afectados, entre los que hay
propietarios de terrenos agrícolas, ganaderos y forestales, quienes
consideran que ha habido
"falsedad u ocultación interesada de datos"
y que se ha ignorado "por completo" la realidad socioeconómica de los
tres ayuntamientos afectados: Cabana de Bergantiños, Coristanco y
Ponteceso. El PP, a favor de la mina, no sólo gobierna los citados
municipios, sino también la Deputación de A Coruña, la Xunta de Galicia y
el Ejecutivo central.
La Plataforma pola
Defensa de Corcoesto acusa a la empresa de "manipular" a los vecinos y
de aprovecharse de la falta de trabajo para impulsar su proyecto
Por
Ponteceso, cuna del poeta que escribió la letra del himno gallego,
Eduardo Pondal, discurren las aguas del Anllóns, que fluyen hasta la
lengua de arena que parte en dos su estuario, una de las postales de la
Costa da Morte. Allí, el dedo índice de Moncho Varela traza una línea en
el horizonte que va de Laxe a Corme, una península azotada por el
salitre donde brotan los percebes del Roncudo: los mejores, al menos,
del fin del mundo. Aparta la lluvia de su frente y echa atrás la
memoria.
Baia Mare, Rumanía, 30
de enero de 2000: una mina de oro vierte 100.000 metros cúbicos de agua
cianurada, que terminan alcanzando el Danubio. Igual que Galicia tiene
como referente el Prestige, Europa contaba sólo con un desastre más
grave para establecer una comparación: Chernóbil.
"El proyecto de
la mina de Corcoesto está a 130 metros de la zona protegida del
Anllóns", insiste el portavoz de Salvemos Cabana, quien se imagina la
peor de las hipótesis posibles con la mirada clavada en el monte Branco.
"Basta ver los pasos que está dando la UE respecto a la limitación del
uso del cianuro de sodio para hacerse una idea de los riesgos que
entraña. Hemos hablado de los peligros de la mina, pero también habría
que reflexionar sobre su transporte hasta ella. Recordemos el
principio de precaución: si hay algo que entraña un grave riesgo, conviene no llevarlo adelante".